Libro: Historias hilvanadas

Historias hilvanadas es un compendio de sentimientos, de sensaciones, de emotividad que lleva al lector a un lugar fuera de este universo. Lo lleva al propio cosmos de las letras bien “hilvanadas”, de las letras que se enlazan…

¡Viaja hacia los lectores!
¡Llegó a destino!
FILBA 2022

Firma de ejemplares

¡Llegó!

Prefacio

Introducción a la obra literaria

Guardo las narraciones de vida que, por alguna cuestión del destino, las personas comparten conmigo. Registro las caras, los movimientos, las angustias y felicidades de cada una. Hago un bosquejo con oraciones cortas, que dejo reposar, como si fuera una masa para leudar. Una vez que los bosquejos se transforman en montones, me dedico a buscar los nombres propios de cada personaje.

Resuelto el nombre del sujeto de la historia, comienzo a darle vida según el bosquejo primigenio. Así, vivo con cada personaje, viajo, lloro y muero con ellos. 

Cuando creo que la trama y su costura están a punto, corrijo cada narración miles de veces. Si la cuenta me parece un delirio y las anotaciones en rojo, que guardan mis borradores, emprenden la retirada de cada escrito, ha llegado el momento en el que el cuento, narración o historia están a punto de nacer. El parto nunca es fácil.

Cuando la editorial me manda la prueba de galera, y tengo el primer ejemplar para revisar, sé que mi nuevo hijo ha nacido. 

Será libre y andará de mano en mano, gustará poco o mucho, se enamorarán de él o lo dejarán olvidado, pero hijo será para siempre.

Prólogo

Introducción a la historia literaria

Noches de insomnio, cientos de anotaciones en servilletitas, marcadores, agendas electrónicas y blocs de notas fueron mis compañeros. Entendí que el conductor que uniría las historias debería ser un “hilo”. 

Me gusta tejer y bordar. Eso me llevó a buscar dentro de mis cajas de manualidades los ovillos más bonitos, allí encontré emociones y sentimientos con sus colores estridentes.

Leí filosofía; me atraganté con buenos libros de todos los tiempos. 

Comencé a bordarle a mis historias el marco en punto vainilla que me enseñó mi madre, fue así como surgieron los interiores de cada una de ellas.

Tropecé con emociones y sentimientos positivos, negativos, ambivalentes y tantos más.

Las “Historias” han sido hilvanadas con el hilo de mi pluma. Bordadas por esas musas ancestrales que habitan dentro de mí desde hace siglos. Urdí cada uno de los catorce capítulos con puntadas que mantienen a nuestros niños interiores presentes.

No escribo para niños, no escribo para mayores. Escribo para ser espejo de los lectores.

Amor, deseo, queja, orden, agradecimiento, promesas, salud, descanso, abuso, risa, aceptación, perdón, miedo y respeto son las Historias hilvanadas con el ciclo maravilloso de la vida y de la muerte.

Las emociones son reacciones afectivas ante determinados estímulos, que pueden ser externos –algo que vemos o vivimos– o internos –como un pensamiento o un recuerdo– Desatan un conjunto de respuestas que nos activan a una acción inmediata.

Los sentimientos generan las mismas respuestas que las emociones, pero tienen incorporada una valoración consciente de la emoción que estamos viviendo.

Diciembre


Ahí está, apagado y solo. Lo observo con cuidado para poder entender qué ocurre. Hoy es ocho de diciembre, cuando dice la tradición que debo armarlo. Después de tantas ausencias, me aferro a la tradición y, como el buen caballo con orejeras que tira del carro, lo he armado. La promesa está cumplida.
¿Entonces?
Su forma piramidal se eleva al cielo, la base ancha demuestra estabilidad adquirida por troncos y soportes que he camuflado para sostenerlo hasta el seis de enero, que es cuando debo desarmarlo.
De todos modos, algo no está bien. Lo he cubierto con bombitas rojas. Le he encajado una gran estrella, que resistió años de maltrato y, a pesar de todo, se exhibe altanera en la última ramita.
He prometido seguir con la vida y estas fechas son partes de la
vida del mundo. Pero…
Cuento las velas, adornitos, estrellas, moños y guirnaldas, todo parece estar en orden; tan en orden que aturde y oculta a la vocecita de mi alma vapuleada que intenta decirme lo que el corazón no puede.
Hasta que la gloriosa estrella, con su mirada infinita, logra invadir la armadura que me envuelve y escucho, que no es lo mismo que oír. Es entonces cuando el misterio de la soledad mortecina que nos ocupa comienza a revelarse.
“¡Faltan los pedidos, los deseos, las gracias, los proyectos, los nombres, los amores! ¿Cómo he podido olvidar la tradición que durante años yo misma impuse?”.
Corro en busca de papeles especiales y armo una cajita con lapiceras de colores: serán las puntas que dibujen los faltantes. Averiguo la posición más cómoda de mi cuerpo para la mejor caligrafía posible, pues con ella nacerán las frases que solucionen el carente que me abruma. Pero el trazo se niega, las frases se quejan y rechinan estropeadas; al fin mi mano comienza un movimiento lento y disperso que termina en un mamarracho. Aunque mamarracho
sea, ha puesto en marcha el mecanismo intrépido del hacer, que resuena victorioso dentro del pecho. ¡Mi cerebro decodifica que no hace falta ninguna frase mágica ni voluptuosa!
No preciso cartulina dorada ni brillantina de rojos comerciales.
Encendido y gustoso de mi compañía, el pequeño gran árbol maquillado de fiesta ha cumplido gran parte de mis deseos, tal vez, porque (yo) he cumplido mi promesa pendiente. Lo observo con cuidado y veo que, atorado entre sus ramitas, un viejo papelito, arrugado sobreviviente de Navidades pasadas, lleva escrito:
“Paz, amor y felicidad”.
Nada más por hoy que encender la luz de la vida.
Mi arbolito y yo.
Sin montañas de cajas comerciales, ni frases armadas y en desuso.
Pino de fantasía y mujer que huele a niña…
Acaso termine por creer que existe el Espíritu de la Navidad.


Silvana


Extraido “Historias hilvanadas”, Capítulo 4, Las Promesas.

FILBA 2023, otra oportunidad 💕 y seguimos buscando amigos lectores.